En el post de esta semana, vamos a descubrir más cosas sobre el fósforo, el mineral más abundante en nuestro cuerpo después del calcio. En concreto, en el cuerpo de un adulto hay ochocientos gramos, el quince por ciento de los cuales se distribuye entre los diferentes músculos, el hígado, el intestino y la piel.
Pero el ochenta y cinco por ciento restante se encuentra en los huesos y los dientes, principalmente en forma de hidroxiapatita, un tejido inorgánico formado por una combinación de calcio y fósforo. De hecho, interactuar con el calcio para ayudarle a formar los huesos y dientes es una de las funciones más importantes de este mineral. Igualmente, junto al calcio, contribuye a mantener el equilibrio corporal del ácido-base.
Además, el fósforo es necesario para mejorar el rendimiento en cualquier situación que pueda requerir grandes esfuerzos físicos. También resulta muy útil en la disolución de los dolorosos cálculos renales, cuando estos están formados por oxalato cálcico –que son el tipo más común de piedras en el riñón-.
¿Cuánto fósforo necesitamos?
Como estamos viendo, es muy importante que nuestra dieta contenga la cantidad suficiente de fósforo. En concreto, la porción diaria recomendada para adultos y ancianos –tanto hombres como mujeres- es de setecientos miligramos. Las mujeres embarazadas deben aumentar esta dosis a ochocientos y, las que estén dando el pecho a sus bebés, a novecientos noventa miligramos al día.
En el caso de los niños menores de 3 años, basta con que tomen entre cuatrocientos y cuatrocientos sesenta miligramos al día. A partir de esa edad, ya deben ingerir entre quinientos y seiscientos.
¿Qué alimentos contienen fósforo?
Por fortuna, el fósforo se halla presente en muchos de los alimentos que comemos todos los días, muchos de ellos, de gran carga proteica: carnes, aves, pescados, productos lácteos, legumbres y frutos secos, alimentos integrales…
Dado que se encuentra en casi todos los alimentos y plantas, es muy difícil que se llegue a padecer deficiencias de este mineral, pero, si se produce, pueden aparecer síntomas como debilidad, desmineralización de los huesos y pérdida de calcio.