Aunque no estamos tan acostumbrados a oír hablar de ella, merece la pena dedicar nuestro post de hoy a la vitamina K, que desempeña un papel fundamental en la coagulación de la sangre y es importantísima para la salud de los huesos.
¿Qué es la vitamina K?
Se trata, al igual que la vitamina E, de un nutriente liposoluble –se disuelve en las grasas-. Puede llegar a nuestro organismo de dos maneras: como K1 o filoquinona, a través de algunos vegetales, o ser sintetizada como K2 (menaquinona) por las bacterias beneficiosas que hay en nuestro intestino -conocidas también como flora o microbiota intestinal-, a partir de determinados alimentos de origen animal.
Por último, existe también otra forma molecular de esta vitamina, la K3 o menadiona, que se produce sintéticamente para suministrarla a las personas que no metabolizan bien las vitaminas K naturales.
¿Para qué sirve la vitamina K?
Como decíamos, este micronutriente es indispensable para la coagulación sanguínea, ya que ayuda a sintetizar numerosos factores de la coagulación. Estos son unas proteínas que, cuando se produce una hemorragia en el cuerpo, se mezclan con las plaquetas para formar fibras que la detengan. Por ese motivo, la carencia de vitamina K puede prolongar de manera peligrosa el tiempo que dura una hemorragia.
Este nutriente, como hemos comentado también anteriormente, es vital para la salud de nuestros huesos, pues interviene en su formación: ayuda a sintetizar las proteínas óseas que fijan el calcio, lo que favorece el desarrollo adecuado del hueso. De hecho, algunos estudios han observado una correlación positiva entre la ingesta de vitamina K y la densidad ósea.
Los expertos recomiendan una ingesta de 120 microgramos diarios en varones adultos y de 90 en mujeres y ancianos. Sin embargo, según un estudio publicado en 2013 en la revista “British Medical Journal”, la población española de entre 18 y 64 años es deficitaria.
Las personas con infecciones o diarreas prolongadas sufren especial riesgo de sufrir déficit de esta vitamina, al igual que las que siguen tratamientos prolongados con antibióticos –que pueden dañar la flora intestinal- o sufren malabsorción de los alimentos debido a alguna enfermedad. Posibles señales de alerta serían hematomas, hemorragias espontáneas por la nariz o las encías, equimosis (depósitos de sangre bajo la piel) o hemorragias prolongadas en el tiempo.
¿Dónde encontramos la vitamina K?
Por este motivo, y para asegurar también que nuestros huesos se mantienen sanos y fuertes, debemos garantizar a nuestro organismo el aporte suficiente de vitamina K. Podemos encontrarla en productos de origen animal como los lácteos (queso, cuajada, yogur…) o los pescados, así como en otros de origen vegetal como las verduras de hoja verde (espinacas, coles, lechuga), el tomate, la fruta y los cereales.
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