Hace un tiempo, descubrimos la enorme influencia que tiene la flora intestinal en la salud de nuestros hijos: los billones de bacterias que habitan en el sistema digestivo contribuyen a una correcta nutrición, al buen funcionamiento del metabolismo y a mantener fuerte nuestro sistema inmunológico. Sin embargo, los niños viven a veces situaciones difíciles que pueden impactar en su salud. Muchas de ellas se producen precisamente en esta época del año, cuando, ya terminadas sus vacaciones de verano, comienzan un nuevo curso escolar.
Aunque se trate de una vuelta a su rutina de siempre, el regreso a las aulas y a las actividades extraescolares, así como al comedor escolar, pueden afectar seriamente al equilibrio de su flora. Y, como vimos hace poco, además de hacer a los niños más proclives a padecer infecciones, este desequilibrio puede causar también a medio y largo plazo enfermedades de tipo inmune como alergias, dermatitis atópica, asma…
¿Por qué el comienzo de curso puede alterar la flora intestinal de mi hijo?
Existen muchas razones por los que la vuelta a la escuela o a la guardería es capaz de afectar a la microbiota de los más pequeños. En primer lugar, es fácil que aumente su nivel de estrés, ya que, tras un periodo dedicado a la diversión y el descanso, deben comenzar a madrugar de nuevo, a esforzarse por rendir física e intelectualmente dentro del aula y afrontar obligaciones como los deberes y las actividades extraescolares. Ello puede convertirse en una fuente de tensión y fatiga para el escolar, lo cual puede mermar el número de bacterias beneficiosas que se alojan en su intestino, al tiempo que los microorganismos nocivos se vuelven potencialmente más peligrosos.
Otra razón por la que la vuelta a la escuela y a la guardería aumenta las posibilidades de que los niños contraigan una infección es que, en cada nueva escolarización y en determinadas épocas estacionales -como el paso del verano al otoño-, se ven expuestos a nuevos virus y bacterias. Además, su manera de relacionarse y de jugar en el centro escolar, con mucho contacto físico entre ellos, en lugares cerrados y durante períodos de tiempo prolongados, facilita el intercambio de gérmenes y, por tanto, el contagio de enfermedades.
Consecuencias de las infecciones sobre la microbiota en los niños
Las estadísticas confirman que los niños sufren muchas más infecciones respiratorias al año que los adultos: estos padecen aproximadamente entre uno y cinco al año, frente a las alrededor de cinco-diez que sufre la población infantil. También la gastroenteritis vírica, la segunda causa más común de morbilidad y mortalidad a escala mundial y muy común también en la infancia, hace de las suyas en esta época del año. Y, como diversos estudios han demostrado, a las cuatro o primeras seis horas de que comience una enfermedad aguda –bien sea una infección de las vías respiratorias bien una gastroenteritis-, la flora intestinal ya se ve afectada. Además, a menudo, estas enfermedades son un motivo frecuente de que el niño falte a la escuela o a la guardería.
Por otra parte, las infecciones, siempre que sean causadas por bacterias, pueden llevar al consumo de antibiótico. Aunque este fármaco sea fundamental para la curación de muchos procesos infecciosos de origen bacteriano, su uso prolongado, especialmente si es de amplio espectro, pueden alterar el equilibrio normal de la microflora.
Además, el intestino puede toparse con más dificultades para absorber las vitaminas y minerales, una función que la flora, en condiciones normales, facilita. Y no olvidemos que tanto los antibióticos como las infecciones gastrointestinales, pueden causar la nunca deseada diarrea, capaz también de alterar la composición de la microbiota.
Preservar la flora intestinal con una dieta saludable
A los anteriores factores, se suman los cambios alimenticios que puede experimentar la dieta de los niños el regreso al comedor escolar y a la vida diaria. Recordemos que una alimentación variada y equilibrada es crucial para la regeneración natural de la flora intestinal. Por ello, nuestros hijos deben seguir, tanto en casa como en la escuela, una dieta rica en verduras, frutas frescas, legumbres, yogures y lácteos fermentados.
En cambio, debemos evitar que los niños coman carne con demasiada frecuencia, así como el exceso de grasas y azúcares refinados en su dieta, pues ello podría llevar a la carencia o funcionamiento incorrecto de una serie de enzimas digestivas. Es decir, las chucherías y refrescos deben reservarse para ocasiones espaciales.
Beneficios de los probióticos
Además de a una alimentación sana y equilibrada, podemos recurrir a la ayuda de los probióticos. Existen distintos tipos que contribuyen a proteger la microbiota de nuestros hijos, con lo que conseguiríamos reforzar sus defensas y prevendríamos las infecciones respiratorias y víricas. Si ya las han contraído, pueden, incluso, ayudarles a recuperarse antes. No obstante y aunque el uso de probióticos está cada vez más extendido, los estudios publicados muestran en muchas ocasiones resultados poco concluyentes, originando una importante dificultad para desarrollar guías definitivas de tratamiento que faciliten un uso racional de los mismos.
Por ejemplo, está demostrado que el probiótico Lactobacillus GG reduce la intensidad y duración de la diarrea aguda viral y puede emplearse como coadyuvante a las soluciones de rehidratación oral, acortándose la intensidad y la duración de la diarrea en un día. También, se recomienda para la reducción del riesgo de desarrollar diarrea asociada a antibióticos.
Diversos estudios confirman también la acción beneficiosa de algunas mezclas de probióticos que contienen B. Lactis en relación a una menor tasa de diarrea e infecciones por rotavirus sintomáticas.
Asesorarse por el profesional sanitario correspondiente es pues fundamental, a la hora de decidirse por el preparado, en qué cantidad, durante cuánto tiempo y para qué utilizarlo.