Con la llegada del otoño es muy habitual que te preguntes “¿por qué se me cae el pelo?” y es que, de una forma u otra, encontramos pelos por todos lados: la almohada, el escritorio, la ropa, el baño… Nuestra cabellera se resiente y su densidad, parece que también. No obstante, conviene aclarar que dicha caída puede darse en cualquier época del año.
Pero, ¿sabes qué? Aún a riesgo de decepcionarte o de hacerte sentir menos especial, debo decirte que no son imaginaciones tuyas: es cierto; según algunas fuentes, en otoño aumentan hasta un 30% las consultas por caída del pelo y, normalmente, es a causa de un proceso natural que no debe preocuparnos en demasía.
Me explico: de los 100.000 folículos o cabellos que puede haber en nuestro cuero cabelludo, absolutamente todos siguen un ritmo cíclico que pasa por el crecimiento, la involución, el reposo y el desprendimiento que, consigo, trae más crecimiento. Por suerte, cada pelillo va por libre y estos “recambios de pelo” no se producen todos a la vez.
Para que te hagas a la idea, cada día perdemos alrededor de 100 cabellos y estos suelen cambiarse cada 2 a 6 años. Si en esta época notas más su pérdida es porque el otoño se relaciona directamente con factores endógenos o ambientales que pueden propiciarla como, por ejemplo: mayor estrés por la vuelta al trabajo o el seguimiento de dietas para la pérdida del peso ganado tras el verano.
¿Qué favorece la caída del cabello?
Aunque los factores asociados a esta época del año puedan justificar por qué se cae más el pelo, lo cierto es que existen toda una serie de motivos que también inciden de forma reseñable sobre su conservación, renovación y aspecto:
- Causas orgánicas: la genética, ciertas patologías sistémicas o a nivel del cuero cabelludo, tratamientos farmacológicos, afecciones tiroideas, cambios hormonales, tras cirugías mayores o períodos de hospitalización, a causa del envejecimiento…
- Malos hábitos: algunos dermatólogos han relacionado estas prácticas con mitos que no inciden sobre la caída del cabello, pero sabemos que en casos extremos el abuso de productos cosméticos que pueden resecar el cuero cabelludo, el uso excesivo de planchas y secadores a temperaturas altas, el estrés, los tratamientos químicos y/o la costumbre de recurrir a peinados que rompen el cabello o lo tensan mucho podrían relacionarse con cierto tipo de alopecia.
- Factores nutricionales: la desnutrición, la adherencia a una pauta alimenticia restrictiva e hipocalórica, el alcoholismo y los déficits nutricionales de determinadas vitaminas y minerales.
Parece claro, entonces, que hay cosas que no podemos controlar ni evitar pero que otras no solo están a nuestro alcance, sino que pueden mejorar de forma visible nuestra salud global y capilar.
Alimentos para prevenir que el pelo se caiga
El ciclo del cabello, como hemos mencionado antes, está programado de forma biológica y se mantiene en continua regeneración. ¿Sabes qué significa eso? En efecto, que seguirás perdiendo pelo a diario y, durante gran parte del año, de forma totalmente imperceptible.
Según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), hay cuatro micronutrientes que sí inciden en la salud de nuestro cabello: selenio (levadura de cerveza, pescados, mariscos, huevo, pollo, hígado, ajo, carnes rojas), biotina (hígado, huevo, hongos, crucíferas, plátanos, uvas, fresas, aguacates, lácteos, pollo, pescado), cobre (legumbres, cereales integrales, frutos secos, vísceras, mariscos, ciruelas, uvas pasas) y zinc (nueces, legumbres, levadura, carnes, pescados).
Así pues, además de cuidar tu cabello por fuera, también debes hacerlo por dentro: éste se nutre desde la irrigación sanguínea del cuero cabelludo. De esta forma, lo mejor que puedes hacer por tu melena es comer mejor, en términos generales: más vegetales y frutas frescas de temporada, menos dietas milagro, menos excesos, menos productos procesados, más legumbres y cereales integrales, más agua y menos alcohol o bebidas azucaradas… En resumen: más comida fresca y real.
Pese a todo esto, huelga decir que debes consultar con tu médico en caso de que la caída sea abundante y prolongada/crónica (de una duración superior a los seis meses), más si se acompaña de otros síntomas o de cambios en el cuero cabelludo.