Pensar en alimentación en verano, es pensar en ensaladas… y pensar en ensaladas es pensar en lechuga.
Pero la lechuga, más allá de constituir una buena base para preparar ensaladas (aunque no es la única) ha sido considerada desde la antigüedad como remedio natural para tratar y aliviar algunas dolencias.
Se dice que los soldados romanos llevaban en las batallas hojas de lechuga para aliviar los dolores posteriores y muchos años antes se preparaban infusiones de lechuga para aliviar dolores como el de cabeza e incluso tenían la costumbre de consumirla antes de acostarse después de una cena abundante para así poder conciliar mejor el sueño.
La lechuga es un alimento que aporta muy pocas calorías por su alto contenido en agua y su escasa cantidad de hidratos de carbono, proteínas y grasas. Además, constituye una fuente importante de fibra por lo que ayuda a regular el tránsito intestinal, pero además, ayuda a combatir las flatulencias y molestias gástricas.
Además, estimula la diuresis, por lo que alivia los problemas de retención de líquidos, tan frecuentes con la subida de las temperaturas.
Algunos autores han atribuido a este alimento propiedades calmantes y sedante, probablemente debido a la presencia de ciertas sustancias (lactucina, lactucopicrina etc). Contiene también, pectina y betacarotenos y además, vitaminas B1, B2 y B3, A, E y C.
El aporte de minerales tampoco resulta especialmente significativo, aunque sí posee pequeñas cantidades de fósforo, potasio, hierro y calcio. Sin embargo, las hojas de color verde intenso, que por lo general suelen ser las menos tiernas, son precisamente las más ricas en vitaminas y minerales.
Como veis no solo constituye una base excelente para las ensaladas sino que se trata de un alimento completo y muy nutritivo.
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